30 Jul 2012

El relato de un aborto globalizado



Esta semana ha estado la noticia del aborto envuelta en mundialmente y la vinculé enseguida al leer el artículo de la globalización, ya que considero que al un problema, un tema de conversación, una ideología ya se crea un tipo de globalización. Escribo un relato ficticio pero fue inspiración de una historia de la vida real.


Era una época de experiencias, donde el ser ignorante no era algo malo si estas en toda la época de aprender, de enamorar y enamorarse. Ya terminando mi carrera viajé a Berlín donde me quedaría por tres años e unas pasantías pagadas.
Ya en Berlín estaba feliz, no extrañaba nada, aunque haya dejado a mi novio de dos años para venir porque sabía que esperaría, recordaba si nuestros encuentros de amor, Y sí, tomamos riesgos. El amor lo ameritaba. El amor siempre lo amerita. Tomamos riesgos y creo recordar que éramos conscientes de esto pro como contraparte me encantaba la ciudad, la gente, el idioma tan hechizada que perdí noción de mi cuerpo. Fue a la segunda semana que me di cuenta que no había menstruado, no me preocupé tanto por la costumbre de pensar que fue por el tiempo que he tenido arreglando una vida en una ciudad completamente diferente a la de mi origen. Al cuarto día de este incidente decidí realizarme una prueba, en esa época no existían las pruebas desechables que uno encuentra al lado de las pastillas de gripe, así que tocó ir al ginecólogo, fue la peor visita a doctor que he tenido aquí es el punto que yo considero que empezó la época más turbia de mi vida.
Ni tres semanas en una ciudad y ya tuve que buscar un doctor que yo ceda exponer mi cuerpo, en casa había tenido un doctor pero fue una sensación extraña todo esto. Estábamos julio y la cita del doctor era a las cinco de la tarde, para había hecho un par de amigas pero esto nadie lo sabía, ni siquiera mi novio de casa, así que fui sola. Ya sentada en las sillas frías de es consultorio, me rodeaban mujeres con panzas decoradas con bebés, o sentía que esto no era para mí, no por ahora.
A lo que me llamaron, entre a una habitación donde encuentro una camilla y una camisa,  Me reviso este ginecólogo y por fin me miró y me dijo: “No hay duda, tiene un embarazo de aproximadamente dos meses”. Me vestí, pagué la consulta y salí casi corriendo.
Corrí al primer lugar que me pareciera familiar, pedí una coca cola bien helada para poder procesar esta noticia. Llegue a la conclusión que le tendría que contar a alguien para que me ayude con todo la averiguación de algún doctor clandestino que me realice el proceso, exacto, había decidido abortar. No fue algo que siempre lo pensé pero si lo medite una vez en ese pequeño bar de Berlín pero no me arrepiento. Sabía perfectamente que no se lo contará a nadie de casa, ellos no sabrían que hacer porque no m han visto lo bien que estoy. A mi novio, no, él no merecía saber esto, aunque ya después de 6 años se lo dije y concibió en perdonarme. Todo salió perfecto, le conté a una amiga francesa que era mi compañera de cuarto en una residencia, su hermano era doctor y nos recomendó un colega de él que se dedicaba a este tipo de procesos clandestinos. Decidí separar la cita e ir sola, mi amiga me esperaría en casa sabiendo que pasó y sin preguntar.
Fue un viernes que mentí en la organización donde estaba trabajando que me sentía mal para así tener el fin de semana para procesar cualquier tipo de molestia o estrago. Entro a un tipo de casa muy particular que existían en esa época que de la puerta uno se podría directamente trasladar uno de tres diferentes compartimentos, me atendió una mujer mayor, me llevo donde el doctor, un hombre de rasgos asiáticos, donde ahí el hombre me explico el proceso y su costo, yo al aceptar esto, el llama a la mujer que me atendió al principio. Ella me pidió que me desvista y me dio una blusa blanca. Podía haber sido su esposa o una vieja secretaria fiel que lo había seguido en ese camino. Me trató de tranquilizar contándome que el doctor ya había tenido previas paciente se día y que no sedería nada, lo cual no me tranquilizó en absoluto. Me comunicó también que en una media hora estaría ya libre de tal tortura.
Me acuesto en la camilla fría esperando al doctor de ojos rasgados que venga, a lo que llegó, ya no tuve dificultad de dejarme estar tan vulnerable ante un doctor. En este punto sentía un resentimiento enorme rente a los hombres, no aceptaba que ellos no tuvieran que pasar por esto,  sentía un resentimiento hacia su género, indignación como ser liberal en el que me había convertido.  El hombre se sentó frente mío y preparó una mesa donde colocó todo lo que iba a ser necesario, un espéculo y una sonda. Era primera vez que veía ese aparato espeluznante, lleno de tanta similitud a unas tijeras que no quería ni verlo más.  Me dijo que, con ayuda de un espéculo, me iba a introducir una sonda en el cuello del útero para dilatarlo, que esto era algo sencillo, que ni siquiera dolía o que a veces dolía muy poquito, y que después sólo había que esperar las contracciones que significarían la expulsión del embrión.
No sentí dolor físico, fue más una sensación de desprendimiento frente a mi independencia, no fue agradable, sentí soledad y una pequeña angustia, me pregunte si las previas mujeres que estuvieron teniendo el mismo proceso habrán sentido lo mismo que yo acostadas en esta cama y si no, que el ambiente me lleve a donde estas mujeres se encontraban porque lo que yo sentía era unas ganas de cerrar los ojos y apagar el botón. Ya todo acabó y el asiático me explicó que podía ir al baño como siempre, caminar sin problema y que en un día o dos expulsaría todo.
Salí de ese lugar, llame a mi amiga desde un café y le pedí que me acompañara por una taza, la esperé por quince minutos, los cuales los utilicé para escribir una carta para mí cuando tenga mi primer hijo. El día que nació mi primer hijo, leí la carta y me acepté, no por el hecho de haber abortado, fue por lo que sentí en el momento que tome la decisión de abortar. Yo sé que es un acto que no lo volvería a hacer pero no me arrepiento de él, solo que sentía un resentimiento hacia mí por no haberlo contado antes, sentí que me estaba traicionando, avergonzando y realmente nunca me sucedió eso. Conversaba con el hombre que amaba, pero ya con el tiempo todo fue cambiando, nos extrañábamos pero yo ya no quería saber de hombres y su poder n nosotras así que u día tomé la decisión de decirle que no regresará. Aborté en el año de 1968 con un millón de mujeres alemanas más. Un millón de historias diferente a la mía, algunas vivas, muertas, otras mutiladas o simplemente curadas después de esa decisión.